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Enfermar en tiempos de cuarentena

Lydia Rodríguez Doval nos envía este texto:

En marzo todos quedamos recluidos en nuestras casas sin salir excepto para cosas vitales. Yo me encerré en mi casa con mis dos hijos y no salíamos absolutamente para nada, teniendo uno que por decreto podía haber salido desde le minuto uno pero nosotros somos un pack de tres y para que arriesgarse.

Luego salió la noticia de que los niños podían salir y lo hicimos, sólo 15 minutos, una vuelta a la manzana y ese fin de semana mi nena enfermó. 

El jueves empezó con fiebre, demasiada para su cuerpecito de 7 meses. Me empecé a preocupar, pero como no soy primeriza, decidí tirar de todos los trucos para atajar la fiebre, jarabe, gasas, baños pero no conseguía bajarla. 

El viernes a mediodía llamé a urgencias al centro de salud, pero verdad no tenemos pediatra de urgencias. Muy amablemente el médico que nos atendió, por teléfono, me dijo que bajara al hospital, sólo hacía unos días que se había publicado el síndrome de los niños y mi peque tenía síntomas compatibles. El médico me dijo dada las circunstancias es mejor no jugársela y con esas palabras y un montón de dudas bajamos al hospital. 

Iba pensando en que no podía ser, que no habíamos salido para nada, que nos traían hasta la compra y que esto no podía estar pasando. 

Pensaba en mi hermana había dejado a mi hijo mayor con ella, no tenía con quien más y el no puede someterse a demasiados estímulos, ¿ y si era eso? ¿ Y si le había metido el bicho en casa?. Trataba de tranquilizarme a mi misma – No puede ser, no hemos salido, son siete meses y medio serán los dientes o cualquier otra cosa, los niños se ponen malos hay un millón de virus no sólo uno, se lo lleva todo a la boca. Y así me hice el camino era uno de mayo festivo en urgencias mi había nadie. 

Guantes, mascarillas y mi nena en brazos. Nos atendieron enseguida le miraron temperatura, oídos, ojos, barriga nada todo inespecífico pero la fiebre seguía ahí. 

Paracetamol, aislamiento domiciliario y observarla y cualquier cosa bajar. 

Al día siguiente la fiebre lejos de bajar subió 39, mi nena no era mi nena. Mi culo inquieto apenas tenía fuerzas para abrir los ojos y se le había soltado la barriga. 

Volví a llamar al centro de salud, en el hospital me habían dicho que los sábados había pediatra pero no. Muy amablemente la doctora que me atendió me dijo que ella no era pediatra que bajara al hospital y todo volvía a empezar. 

Estuvimos en aislamiento varias horas le cogieron muestras de orina y caca, le tomaron la temperatura y tres horas después me dijeron que nos podíamos ir que la siguiera observando y que cogiera cita con su pediatra para resultados. 

Lunes y martes recibí puntual la llamada de su pediatra – ¿ cómo está como sigue? 

-le han salido granitos 

-mandame fotos 

El  martes por fin la fiebre bajó y los resultados eran negativo en virus. 

Mi torbellino volvió más torbellino que nunca y el susto pasó. 

Todos los niños se ponen malitos cualquier día del año pero a enfermar en tiempos de pandemia se le une la soledad, el distanciamiento y la paranoia de lo que puede pasar. 

Algo que nos ha tocado aprender en este nuevo tiempo y que no podré olvidar. 

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